miércoles, 3 de diciembre de 2014

IBANEZ, la multinacional de guitarras que nació en un taller de Valencia

Guitarra Salvador IbáñezVALENCIA. A principios del siglo XX, la fábrica Salvador Ibáñez y Albiñara (1854-1920) producía en torno a 36.000 guitarras y ocupaba a más de 100 trabajadores. Fue, según el popular Diccionario de guitarras de Domingo Prat (1932) "la fábrica de guitarras más grande de España", que tuvo al frente a un "hombre de carácter recio que desde su juventud monopolizó con provecho las actividades de sus colegas".
La biografía de este luthier, de quien han alardeado poseer algunas de sus obras titanes del instrumento como Eric Clapton, Andrés Segovia o John Lennon, permanece borrosa pese al interés cíclico del algunos historiadores. Los últimos en llegar hasta la suma de incógnitas de este hombre, del cual ni siquiera se conoce un retrato, han sido Enrique Ibáñez y Gumersindo Fernández. En su recientemente publicado Comercios históricos de la ciudad de Valencia, los investigadores resuelven las líneas más conocidas de este empresario de éxito.
DE LA NADA
 
Quienes más luz han vertido sobre él han sido José Luis Romanillos y Marian Harris en su libro The Vihuela de Mano and the Spanish guitar: A Dictionary of the Makers of Plucked and Bowed Musical Instruments of Spain (1200-2002). Gracias a este estudio sabemos, por ejemplo, que su madre Magdalena Albiñara y Magraner era natural de la población de l'Olleria. De hecho, se sabe que Ibáñez llegó a la capital valenciana a los 11 años y empezó a trabajar como aprendiz -aparentemente de forma fortuita- en una fábrica de guitarras.
Sin embargo, con tan solo 16 años tuvo que tomar las riendas de su casa y profesionalizarse definitivamente ya que su madre quedó completamente ciega (a los 36 años) y además tenía a su cargo a un hermano de 10 años. Desde entonces empieza a firmar sus propios instrumentos en el número 11 de la desaparecida calle Cubells y en poco más de una década, cuando todavía es un joven fabricante, su nombre resuena entre la potente industria guitarrera valenciana (la más importante de España hasta esa época).
En 1892 se sabe que su taller empieza a fabricar cantidades importantes de bandurrias y guitarras en el número 8 de la calle Ruzafa. No dura mucho tiempo en este emplazamiento ya que, aprovechando el rápido crecimiento de la empresa, adquiere un local -taller y tienda- en la bajada de San Francisco número 23. En la calle, que desaparecería años más tarde para la creación urbanística de la actual Plaza del Ayuntamiento de Valencia, se encontraban sus dos principales competidores: Andrés Marín y Telesforo Julve.
 
LA APUESTA POR LA INNOVACIÓN
 
Aunque compartiendo tráfico de público en la vía comercial, desde sus inicios Ibáñez se diferencia por una constante innovación para la guitarra. Sin saber si le pertenece este avance o no, es junto a los luthiers Francisco González y José y Manuel Ramírez el primero en arquear la tapa del instrumento. Además, es pionero -según los documentos- en idear una guitarra con doble mástil (que haría las delicias del heavy metal casi un siglo más tarde) o crear una guitarra desmontable.

Esta apuesta por el crecimiento de nuevos productos va acompañada desde la última década del siglo XIX por la internacionalización de la empresa. Exporta a Estados Unidos y la demanda se dispara considerándose su marca como un referente de calidad. Tanto es así, que trata de probar fortuna en dirección opuesta, hacia Oriente, y tras conquistar mercados afines al español como el filipino, acaba por ser la marca de referencia para un país de gran consumo: Japón.
Allí aparece una figura clave para Salvador Ibáñez: Hoshino Gakki. Este distribuidor impulsa de inicio sus ventas: la ya mencionada calidad de sus acabados, el
sonido y el estilo avanzado de sus guitarras aumenta todavía más la demanda. Guitarras, por cierto, que introducen aspectos ahora tan aceptados como los ornamentos de nacar y madrepila, incluso en los clavijeros. Sin embargo, el mismo Gakki tomará el relevo de la marca de forma ensombrecida más adelante.
Antes, hacia 1910, la fábrica produce a pleno rendimiento y el padre cambia la razón social por la de Salvador Ibáñez e Hijos, dando entrada definitivamente a Vicente y Salvador junior en la fábrica en 1915. Las instalaciones para entonces cambian un par de veces de ubicación, manteniendo la tienda en el centro de la ciudad, pero trasladándose a la calle Hospital número 16 su fábrica más conocida.

LA CAÍDA DESDE LO MÁS ALTO
Foto de Ibanez con algunos de sus modelos de 1959
A sus 66 años, con una marca reconocida y demandada en todo el mundo (basta con contemplar la cantidad de sus originales ahora circulando a un alto precio en el mercado de segunda mano online), Ibáñez muere. Es 1920 y la fábrica vive su máximo esplendor, pero una serie de desgracias encadenadas acabará por derrumbar la construcción de la casi multinacional valenciana.
Los historiadores apuntan a la demolición de la bajada de San Francisco para la ya citada construcción de la ahora Plaza del Ayuntamiento deValencia como el punto de partida de su declive. Sin su base de operaciones comercial en la ciudad, el mercado exterior pasa a ser la clave de la subsistencia de la gran empresa, pero llega el crack de 1929 y con éste el periodo conocido como ‘la Gran Depresión' que hunde la demanda en todo el mundo.
GakkiLos historiadores valencianos del libro referenciado no descartan que, "además, la familia tuviera una importante inversión en la bolsa", fruto de los viajes y la especial vinculación a Estados Unidos. Sin embargo, la caída de los pedidos es la que acaba por finiquitar el sueño de expansión y los hijos de Ibáñez venden a Telesforo Julve la marca y la fábrica en 1933. En tan solo dos años, las deudas acaban por liquidar la fábrica y el otro popular luthier valenciano se limita a explotar el buen nombre de Ibáñez (ya sin el acompañamiento de Salvador e Hijos) en el mundo.
 
 
LA TRAICIÓN O CONTINUACIÓN DE GAKKI
Mick Thompson de Slipknot
A partir de aquí, los historiadores valencianos apuntan a diferentes hilos de la verdad en torno a la marca Ibañez y su actual posición, entre las cinco mejores marcas por facturación y conocimiento del público en el mundo tras su mutación a ‘Ibanez'. Es el mencionado distribuidor Gakki el que, según algunos por la ausencia de posibilidades para seguir importando las guitarras de Salvador Ibáñez a partir de 1935, pasa a "plagiar" estas guitarras.
Otras líneas de trabajo aseguran que hubo algún tipo de acuerdo con Julve, del cual Gakki nunca hizo referencia, y alguna más que el ejercicio de cambiar la ‘ñ' por la ‘n' y la pasividad del propietario de la marca permitieron que éste empezará a producir en masa desde Japón. Eso sí, con una marca que durante las anteriores tres décadas se había posicionado en el mundo y que en Oriente era una referencia para los grandes guitarristas.

Diseño de H.R. Giger para Ibanez La producción de Gaki se inició en 1935 en Nagoya, hecho que alienta la idea del plagio una vez roto el flujo de importación con la familia de Salvador Ibáñez. Actualmente, la marca tiene delegaciones en Países Bajos, Estados Unidos, Corea de Sur y China. Su principal impulso llegó poco antes de los años 80, cuando sus diseños arriesgados y futuristas se ligaron con una acertada política de representación de grandes guitarristas que ejercían de prescriptores.

Steve Vai, Joe Satriani, Mick Thompson (Slipknot) o el mismísmo Sting son referenciados por la marca que esponsoriza en la actualidad a decenas de los mejores guitarristas del mundo. La serie Studio, por ejemplo, es una de las más valoradas por los guitarristas actuales, que mantienen a la marca en un imaginario de referencias básicas del instrumento -tanto para las eléctricas como para las acústicas- junto a Fender, Gibson o Rickenbacker.
Steve Vai en una acción promocional de la marca
 
UN EPÍLOGO RECURRENTE
La inesperada historia de Salvador Ibáñez es la de un ascenso meteórico a partir de los oficios, la apuesta por la calidad de los materiales (importando maderas también desde el extranjero) y la innovación. No obstante, el punto de llegada de la empresa fue el de la desaparición en manos de su segunda generación, a partir de debilidades de diferente tipo pero también gremiales e industriales. Una reseña de la Exposición Regional de Valencia de 1909 ya apuntaba:
"Corresponde a los cronistas hacer constar que en la fabricación de abanicos no tiene Valencia más rivales que Japón, pero sólo en lo referente á la industria en grande y de positivos éxitos comerciales: en cuanto á valor artístico y perfeccionamiento de la mano de obra, ni el Japón ni país alguno rivalizan con nosotros.
"¡Lástima grande que no nos percatemos de lo bueno que por aquí se hace, dispensándoles á industrias como esa y como la de guitarras, por ejemplo -también más importante de lo que parece- la debida atención".


EUGENIO VIÑAS: Valenciaplaza.com

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